viernes, 14 de noviembre de 2008

MITOLOGIA TEHUELCHE EL CREADOR


Las narraciones tehuelches comienzan con un Dios creador que reside en osiosa actitud en la extremidad este del mundo. En el contexto narrativo el nombre de esta deidad eterna y de poder absoluto es K�och, ( cielo) , agobiado por su remota soledad , K�och creo el mar primitivo co sus l�grimas y suspir� fuertemente, provocando una tormenta que disip� la nube que cubr�a la tierra.
Para el tehuelche K�och aparece como una figura puramente mitol�gica qui�n no era adorado y no formaba parte del culto. Mejor dicho, K�och llevaba una apretada existencia en el cielo, sin trabas por asuntos del mundo. Exitado por observar su creaci�n, �l se esforz� para borrar las tenebrosas sombras que imped�an su visi�n. Una chispa salt� de la punta de sus dedos y encendi� el sol .El calor del sol cre� las nubes de lluvia que comenzaron a moverse a trav�s de los cielos, de acuerdo al capricho del viento. Las nubes se rebelaron ante el ostigamiento y amenazaron con truenos y rayos, eventualmente el Creador tuvo que frenar las inclinaciones ca�ticas de los actores celestiales y ordenar su comportamiento apropiado. La mujer- fue creada por k�och para mitigar la oscuridad de la noche, pero ella, insatisfecha por su funci�n nocturna, comprometi� al hombre- sol en una disputa sobre quien era para gobernar de d�a y quien de noche.
Una vez creado por Coche instalados en sus senderos, el hombre-sol y la mujer-luna comenzaron a seguirse cada uno a trav�s del cielo, encontr�ndose detr�s de las monta�as en el horizonte. Ellos se convirtieron en marido y mujer y tuvieron una hija, la estrella del atardecer quien jugaba un rol preponderante en el cielo h�roe de la mitolog�a tehuelche.
La gente del sol vive en el cielo como seres antropom�rficos quienes se alimentaban con los humanos, pero que carec�an de ano. La gente de la luna son seres malignos con forma de guanaco macho, �and� y monta�a de roca lanzada.
El para�so de los tehuelches est� ubicado en el cielo donde las estrellas brillantes marcan sus l�mites en forma rectangular y de corrales crecientes. Las estrellas son im�genes de las almas de los tehuelches muertos.
Despu�s de crear los cuerpos celestiales y los elementos, K�och trae delante del oc�ano Atl�ntico una isla legendaria. El la puebla con gente animal que vive en armon�a con los otros hasta que su paz es destruida por la aparici�n de esp�ritus malignos, demon�acos y monstruos gigantes.
Ellos no son creaci�n del solar de K�och pero si son los hijos de la noche: AXSHEM, traedor de penas; MAIP,el portador de ansiedad y desgracia;y KELENKEN, due�o de la peste y afici�n. Ella tambi�n llev� la cr�a de los HOL-GOK gigantes y deposit� su descendencia en la caverna de la monta�a- mujer, quien hab�a nacido en estado enfermizo. La destrucci�n de la gloria paradis�aca de K�och por medio de la introducci�n de tama�o da�o, fue causada por el comportamiento celoso de la noche, celos que demostraba, al ver el amor que se profesaban el sol y la luna.
Uno de los descendientes de la noche era N�SHTEX, quien se enamora de una mujer nube y la lleva a su cueva de la monta�a en contra de su voluntad. Ultrajada por ese acto de violencia la gente- nube lanza una protesta y provoca aleteos de tormentas de truenos que provocan gran temor en la gente � animal de la isla. Mediante intervenci�n del sol, K�och ordena que el hijo que dar�a a luz la mujer � nube estar�a dotado con poderes que excedieran a los de su padre. Habiendo hecho esta predicci�n , K�och desaparece de la escena y se retira como un viejo y honorable hombre, a vivir al final del mundo, en el horizonte.
Esta es la profec�a del creador que conecta al cielo cosmog�nico de la mitolog�a tehuelche con el ciclo del h�roe Elal. Por eso es aparentemente en este momento que la mitolog�a tehuelche une mediante la predicci�n de K�oc, en la persona de una deidad- dema, otras dos tradiciones muy distintas pero paralelas. El ciclo h�roe proviene posiblemente de un origen mas reciente que el ciclo cosmog�nico. De todas formas la mujer raptada concibe un hijo, Ela, quien hereda la promesa divina de K�och sobre poseer poderes sobrenaturales y act�a ante la clase humana para completar el trabajo de creaci�n.
La noticia que el hijo de la mujer- nube ser�a dotado divinamente fue llevado por el viento a la gente- nube para que calmen su furia. Sin embargo el mensaje del viento tambi�n alcanz� los o�dos del c�ndor y por intermedio de este a los Noshtex, quien temeroso de caer bajo el poder de su hijo, decide matar a su esposa y devorar a ambos, a ella y al ni�o no nacido. La sangre del cuerpo mutilado de la mujer se extendi� a trav�s del cielo Oriental, donde los ind�genas m�s tarde van a contemplar la aurora de los d�as venideros. El cielo escarlata marca la cortina naciente, por decirlo as� de la era h�roe de la mitolog�a tehuelche.
Nacido prematuramente por ces�rea, el ni�o Elal es salvado y criado por su abuela al amparo de los huecos de la tierra. Ella es la que convoca a la gente-animal de la isla para llevar a cabo la reuni�n de la laguna, en la que ellos planean la evacuaci�n del ni�o h�roe. Hubo dos razones principales para transferir al ni�o desde la isla hasta el continente: escapar de la muerte en manos de su padre y responder al requerimiento de la gente animal circundante, de completar la misi�n de creaci�n.
El ni�o es encomendado al cisne, quien lo lleva a trav�s del oc�ano y lo deposita en el CHALTEN ( Fitz Roy), cerca del lago Viedma. All� es alimentado y cobijado por los p�jaros quienes lo siguieron desde la isla hasta Patagonia; pero lo mismo hicieron los esp�ritus malignos, incluyendo a su progenitor y a los monstruos gigantes, quienes se alzaron como adversarios de Elal y a quienes el h�roe deb�a vencer. Los atributos que marcan a Elal como el h�roe prototipo y que lo distinguen del resto de los hombres est�n claramente puestos de manifiesto en la mitolog�a tehuelche. Ellos incluyen, por supuesto, sus poderes extraordinarios , su nacimiento anti- natural, y su herencia divina. Bajo el cuidado de su abuela, el vive un proceso de precocidad f�sica y crecimiento mental, inventa el arco y la flecha y demuestra una extraordinaria punter�a. As� como K�och cre� la isla para que fuera el hogar de su gente- animal, Elal hace arreglo para que la Patagonia sea el hogar de los Tehuelches. A�n cuando el figura en una leyenda como el alfarero creador del hombre, una tradici�n, aparentemente m�s original, lo muestra en compa�a de seres preexistentes, generalmente zoom�rficos, los que adquieren atributos humanos a trav�s de su asociaci�n con el h�roe. De acuerdo con una tradici�n, el crea el fuego en el primer tiempo para sobrevivir las inclemencias de su primer h�bitat en la Patagonia.
Elal es el creador del fuego y les ense�a a los hombres su significado culinario. Para redondear la imagen de Elal como figura cl�sica del ciclo h�roe, �l se retira de esta tierra relativamente joven, prometiendo a los hombres de conducta moral una bienaventurada vida despu�s de la muerte en su mundo del cielo.
Los primeros actos del h�roe de desarrollan alrededor de la cueva, el toldo de su abuela, situado cerca del r�o Senguer. La vieja mujer le revela la causa de la muerte, diciendo que ella le hab�a salvado a �l de una muerte similar. Ella admira la valent�a del ni�o en el uso del arco y la flecha, que �l invent� y la subyugaci�n del c�ndor a su antojo. Elal determina vengar el brutal asesinato de su madre venciendo a su padre y conduci�ndolo a su muerte. Y aqu� de nuevo, el h�roe no es vencido por su sed de venganza. En vez de dar ocasi�n a convertirse en un parricida, �l emplea su talento para inducir a su padre a suicidarse.
Libre y listo para vencer las fuerzas malignas de este mundo, Elal se equipa para matar a un rival poderoso y devorar una ballena. Pero luego �l se embarca en un viaje celestial para conquistar la gente de la luna y pedir la hija de la luna y el sol como esposa. Este episodio central del ciclo h�roe muestra Elal sobrellevando su jornada peligrosa a espalda de un cisne fiel, creando monta�as e islas durante su viaje. Elal pregunta por la hija de �ste y la luna y es sometido a una serie de pruebas de pretendiente, que imponen rendir la gente devastadora de la luna: el guanaco macho, el avestruz y la monta�a de rocas lanzadas. Adem�s el h�roe deb�a comprobar que su astucia era semejante a la astucia del sol y la luna, cuando ellos tratan de enga�arlo para que contraiga enlace con una esposa sustituta. Victorioso, Elal se lleva a la hija del sol y de la luna a vivir a la Patagonia, cerca del mar, ellos tienen un hijo quien no tiene un nombre personal. Pero contra la voluntad de Elal, su esposa le confiere un nombre, siendo que el ni�o se arroje en el agua.
Despectivo de sus suegros traidores Elal tambi�n lanza a su esposa al agua y la transforma en una sirena. Alejada del amor de su madre ella reacciona provocando el aumento y disminuci�n de las fases de la luna causando el movimiento peri�dico del mar. El sol hab�a venido en busca de su hija, pero ambos, �l y la mujer- luna debieron tomar sus posiciones permanentes en el cielo.
Habiendo completado su misi�n, Elal se transforma en un p�jaro y vuela sobre el lomo del cisne hasta donde el cielo encuentra el horizonte. Disparando flechas durante el viaje y soplando, �l cre� numerosas islas donde descansa durante la larga jornada.
Desde el horizonte oriental Elal asciende al cielo a esperar el arribo de las almas tehuelches. En su ausencia ENDEUNK (Uendeuk), el benevolente esp�ritu tutelar del tehuelche y el oponente del esp�ritu maligno, miran y cuidan a los ind�genas de la tierra.
El tambi�n sirve de cortejo f�nebre cuando sus almas van a encontrarse con el h�roe y debe rendir cuenta de sus conductas como humano en la tierra.

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