Las narraciones tehuelches comienzan con un Dios creador que reside en osiosa actitud en la extremidad este del mundo. En el contexto narrativo el nombre de esta deidad eterna y de poder absoluto es K�och, ( cielo) , agobiado por su remota soledad , K�och creo el mar primitivo co sus l�grimas y suspir� fuertemente, provocando una tormenta que disip� la nube que cubr�a la tierra.
Para el tehuelche K�och aparece como una figura puramente mitol�gica qui�n no era adorado y no formaba parte del culto. Mejor dicho, K�och llevaba una apretada existencia en el cielo, sin trabas por asuntos del mundo. Exitado por observar su creaci�n, �l se esforz� para borrar las tenebrosas sombras que imped�an su visi�n. Una chispa salt� de la punta de sus dedos y encendi� el sol .El calor del sol cre� las nubes de lluvia que comenzaron a moverse a trav�s de los cielos, de acuerdo al capricho del viento. Las nubes se rebelaron ante el ostigamiento y amenazaron con truenos y rayos, eventualmente el Creador tuvo que frenar las inclinaciones ca�ticas de los actores celestiales y ordenar su comportamiento apropiado. La mujer- fue creada por k�och para mitigar la oscuridad de la noche, pero ella, insatisfecha por su funci�n nocturna, comprometi� al hombre- sol en una disputa sobre quien era para gobernar de d�a y quien de noche.
Una vez creado por Coche instalados en sus senderos, el hombre-sol y la mujer-luna comenzaron a seguirse cada uno a trav�s del cielo, encontr�ndose detr�s de las monta�as en el horizonte. Ellos se convirtieron en marido y mujer y tuvieron una hija, la estrella del atardecer quien jugaba un rol preponderante en el cielo h�roe de la mitolog�a tehuelche.
La gente del sol vive en el cielo como seres antropom�rficos quienes se alimentaban con los humanos, pero que carec�an de ano. La gente de la luna son seres malignos con forma de guanaco macho, �and� y monta�a de roca lanzada.
El para�so de los tehuelches est� ubicado en el cielo donde las estrellas brillantes marcan sus l�mites en forma rectangular y de corrales crecientes. Las estrellas son im�genes de las almas de los tehuelches muertos.
Despu�s de crear los cuerpos celestiales y los elementos, K�och trae delante del oc�ano Atl�ntico una isla legendaria. El la puebla con gente animal que vive en armon�a con los otros hasta que su paz es destruida por la aparici�n de esp�ritus malignos, demon�acos y monstruos gigantes.
Ellos no son creaci�n del solar de K�och pero si son los hijos de la noche: AXSHEM, traedor de penas; MAIP,el portador de ansiedad y desgracia;y KELENKEN, due�o de la peste y afici�n. Ella tambi�n llev� la cr�a de los HOL-GOK gigantes y deposit� su descendencia en la caverna de la monta�a- mujer, quien hab�a nacido en estado enfermizo. La destrucci�n de la gloria paradis�aca de K�och por medio de la introducci�n de tama�o da�o, fue causada por el comportamiento celoso de la noche, celos que demostraba, al ver el amor que se profesaban el sol y la luna.
Uno de los descendientes de la noche era N�SHTEX, quien se enamora de una mujer nube y la lleva a su cueva de la monta�a en contra de su voluntad. Ultrajada por ese acto de violencia la gente- nube lanza una protesta y provoca aleteos de tormentas de truenos que provocan gran temor en la gente � animal de la isla. Mediante intervenci�n del sol, K�och ordena que el hijo que dar�a a luz la mujer � nube estar�a dotado con poderes que excedieran a los de su padre. Habiendo hecho esta predicci�n , K�och desaparece de la escena y se retira como un viejo y honorable hombre, a vivir al final del mundo, en el horizonte.
Esta es la profec�a del creador que conecta al cielo cosmog�nico de la mitolog�a tehuelche con el ciclo del h�roe Elal. Por eso es aparentemente en este momento que la mitolog�a tehuelche une mediante la predicci�n de K�oc, en la persona de una deidad- dema, otras dos tradiciones muy distintas pero paralelas. El ciclo h�roe proviene posiblemente de un origen mas reciente que el ciclo cosmog�nico. De todas formas la mujer raptada concibe un hijo, Ela, quien hereda la promesa divina de K�och sobre poseer poderes sobrenaturales y act�a ante la clase humana para completar el trabajo de creaci�n.
La noticia que el hijo de la mujer- nube ser�a dotado divinamente fue llevado por el viento a la gente- nube para que calmen su furia. Sin embargo el mensaje del viento tambi�n alcanz� los o�dos del c�ndor y por intermedio de este a los Noshtex, quien temeroso de caer bajo el poder de su hijo, decide matar a su esposa y devorar a ambos, a ella y al ni�o no nacido. La sangre del cuerpo mutilado de la mujer se extendi� a trav�s del cielo Oriental, donde los ind�genas m�s tarde van a contemplar la aurora de los d�as venideros. El cielo escarlata marca la cortina naciente, por decirlo as� de la era h�roe de la mitolog�a tehuelche.
Nacido prematuramente por ces�rea, el ni�o Elal es salvado y criado por su abuela al amparo de los huecos de la tierra. Ella es la que convoca a la gente-animal de la isla para llevar a cabo la reuni�n de la laguna, en la que ellos planean la evacuaci�n del ni�o h�roe. Hubo dos razones principales para transferir al ni�o desde la isla hasta el continente: escapar de la muerte en manos de su padre y responder al requerimiento de la gente animal circundante, de completar la misi�n de creaci�n.
El ni�o es encomendado al cisne, quien lo lleva a trav�s del oc�ano y lo deposita en el CHALTEN ( Fitz Roy), cerca del lago Viedma. All� es alimentado y cobijado por los p�jaros quienes lo siguieron desde la isla hasta Patagonia; pero lo mismo hicieron los esp�ritus malignos, incluyendo a su progenitor y a los monstruos gigantes, quienes se alzaron como adversarios de Elal y a quienes el h�roe deb�a vencer. Los atributos que marcan a Elal como el h�roe prototipo y que lo distinguen del resto de los hombres est�n claramente puestos de manifiesto en la mitolog�a tehuelche. Ellos incluyen, por supuesto, sus poderes extraordinarios , su nacimiento anti- natural, y su herencia divina. Bajo el cuidado de su abuela, el vive un proceso de precocidad f�sica y crecimiento mental, inventa el arco y la flecha y demuestra una extraordinaria punter�a. As� como K�och cre� la isla para que fuera el hogar de su gente- animal, Elal hace arreglo para que la Patagonia sea el hogar de los Tehuelches. A�n cuando el figura en una leyenda como el alfarero creador del hombre, una tradici�n, aparentemente m�s original, lo muestra en compa�a de seres preexistentes, generalmente zoom�rficos, los que adquieren atributos humanos a trav�s de su asociaci�n con el h�roe. De acuerdo con una tradici�n, el crea el fuego en el primer tiempo para sobrevivir las inclemencias de su primer h�bitat en la Patagonia.
Elal es el creador del fuego y les ense�a a los hombres su significado culinario. Para redondear la imagen de Elal como figura cl�sica del ciclo h�roe, �l se retira de esta tierra relativamente joven, prometiendo a los hombres de conducta moral una bienaventurada vida despu�s de la muerte en su mundo del cielo.
Los primeros actos del h�roe de desarrollan alrededor de la cueva, el toldo de su abuela, situado cerca del r�o Senguer. La vieja mujer le revela la causa de la muerte, diciendo que ella le hab�a salvado a �l de una muerte similar. Ella admira la valent�a del ni�o en el uso del arco y la flecha, que �l invent� y la subyugaci�n del c�ndor a su antojo. Elal determina vengar el brutal asesinato de su madre venciendo a su padre y conduci�ndolo a su muerte. Y aqu� de nuevo, el h�roe no es vencido por su sed de venganza. En vez de dar ocasi�n a convertirse en un parricida, �l emplea su talento para inducir a su padre a suicidarse.
Libre y listo para vencer las fuerzas malignas de este mundo, Elal se equipa para matar a un rival poderoso y devorar una ballena. Pero luego �l se embarca en un viaje celestial para conquistar la gente de la luna y pedir la hija de la luna y el sol como esposa. Este episodio central del ciclo h�roe muestra Elal sobrellevando su jornada peligrosa a espalda de un cisne fiel, creando monta�as e islas durante su viaje. Elal pregunta por la hija de �ste y la luna y es sometido a una serie de pruebas de pretendiente, que imponen rendir la gente devastadora de la luna: el guanaco macho, el avestruz y la monta�a de rocas lanzadas. Adem�s el h�roe deb�a comprobar que su astucia era semejante a la astucia del sol y la luna, cuando ellos tratan de enga�arlo para que contraiga enlace con una esposa sustituta. Victorioso, Elal se lleva a la hija del sol y de la luna a vivir a la Patagonia, cerca del mar, ellos tienen un hijo quien no tiene un nombre personal. Pero contra la voluntad de Elal, su esposa le confiere un nombre, siendo que el ni�o se arroje en el agua.
Despectivo de sus suegros traidores Elal tambi�n lanza a su esposa al agua y la transforma en una sirena. Alejada del amor de su madre ella reacciona provocando el aumento y disminuci�n de las fases de la luna causando el movimiento peri�dico del mar. El sol hab�a venido en busca de su hija, pero ambos, �l y la mujer- luna debieron tomar sus posiciones permanentes en el cielo.
Habiendo completado su misi�n, Elal se transforma en un p�jaro y vuela sobre el lomo del cisne hasta donde el cielo encuentra el horizonte. Disparando flechas durante el viaje y soplando, �l cre� numerosas islas donde descansa durante la larga jornada.
Desde el horizonte oriental Elal asciende al cielo a esperar el arribo de las almas tehuelches. En su ausencia ENDEUNK (Uendeuk), el benevolente esp�ritu tutelar del tehuelche y el oponente del esp�ritu maligno, miran y cuidan a los ind�genas de la tierra.
El tambi�n sirve de cortejo f�nebre cuando sus almas van a encontrarse con el h�roe y debe rendir cuenta de sus conductas como humano en la tierra.
Para el tehuelche K�och aparece como una figura puramente mitol�gica qui�n no era adorado y no formaba parte del culto. Mejor dicho, K�och llevaba una apretada existencia en el cielo, sin trabas por asuntos del mundo. Exitado por observar su creaci�n, �l se esforz� para borrar las tenebrosas sombras que imped�an su visi�n. Una chispa salt� de la punta de sus dedos y encendi� el sol .El calor del sol cre� las nubes de lluvia que comenzaron a moverse a trav�s de los cielos, de acuerdo al capricho del viento. Las nubes se rebelaron ante el ostigamiento y amenazaron con truenos y rayos, eventualmente el Creador tuvo que frenar las inclinaciones ca�ticas de los actores celestiales y ordenar su comportamiento apropiado. La mujer- fue creada por k�och para mitigar la oscuridad de la noche, pero ella, insatisfecha por su funci�n nocturna, comprometi� al hombre- sol en una disputa sobre quien era para gobernar de d�a y quien de noche.
Una vez creado por Coche instalados en sus senderos, el hombre-sol y la mujer-luna comenzaron a seguirse cada uno a trav�s del cielo, encontr�ndose detr�s de las monta�as en el horizonte. Ellos se convirtieron en marido y mujer y tuvieron una hija, la estrella del atardecer quien jugaba un rol preponderante en el cielo h�roe de la mitolog�a tehuelche.
La gente del sol vive en el cielo como seres antropom�rficos quienes se alimentaban con los humanos, pero que carec�an de ano. La gente de la luna son seres malignos con forma de guanaco macho, �and� y monta�a de roca lanzada.
El para�so de los tehuelches est� ubicado en el cielo donde las estrellas brillantes marcan sus l�mites en forma rectangular y de corrales crecientes. Las estrellas son im�genes de las almas de los tehuelches muertos.
Despu�s de crear los cuerpos celestiales y los elementos, K�och trae delante del oc�ano Atl�ntico una isla legendaria. El la puebla con gente animal que vive en armon�a con los otros hasta que su paz es destruida por la aparici�n de esp�ritus malignos, demon�acos y monstruos gigantes.
Ellos no son creaci�n del solar de K�och pero si son los hijos de la noche: AXSHEM, traedor de penas; MAIP,el portador de ansiedad y desgracia;y KELENKEN, due�o de la peste y afici�n. Ella tambi�n llev� la cr�a de los HOL-GOK gigantes y deposit� su descendencia en la caverna de la monta�a- mujer, quien hab�a nacido en estado enfermizo. La destrucci�n de la gloria paradis�aca de K�och por medio de la introducci�n de tama�o da�o, fue causada por el comportamiento celoso de la noche, celos que demostraba, al ver el amor que se profesaban el sol y la luna.
Uno de los descendientes de la noche era N�SHTEX, quien se enamora de una mujer nube y la lleva a su cueva de la monta�a en contra de su voluntad. Ultrajada por ese acto de violencia la gente- nube lanza una protesta y provoca aleteos de tormentas de truenos que provocan gran temor en la gente � animal de la isla. Mediante intervenci�n del sol, K�och ordena que el hijo que dar�a a luz la mujer � nube estar�a dotado con poderes que excedieran a los de su padre. Habiendo hecho esta predicci�n , K�och desaparece de la escena y se retira como un viejo y honorable hombre, a vivir al final del mundo, en el horizonte.
Esta es la profec�a del creador que conecta al cielo cosmog�nico de la mitolog�a tehuelche con el ciclo del h�roe Elal. Por eso es aparentemente en este momento que la mitolog�a tehuelche une mediante la predicci�n de K�oc, en la persona de una deidad- dema, otras dos tradiciones muy distintas pero paralelas. El ciclo h�roe proviene posiblemente de un origen mas reciente que el ciclo cosmog�nico. De todas formas la mujer raptada concibe un hijo, Ela, quien hereda la promesa divina de K�och sobre poseer poderes sobrenaturales y act�a ante la clase humana para completar el trabajo de creaci�n.
La noticia que el hijo de la mujer- nube ser�a dotado divinamente fue llevado por el viento a la gente- nube para que calmen su furia. Sin embargo el mensaje del viento tambi�n alcanz� los o�dos del c�ndor y por intermedio de este a los Noshtex, quien temeroso de caer bajo el poder de su hijo, decide matar a su esposa y devorar a ambos, a ella y al ni�o no nacido. La sangre del cuerpo mutilado de la mujer se extendi� a trav�s del cielo Oriental, donde los ind�genas m�s tarde van a contemplar la aurora de los d�as venideros. El cielo escarlata marca la cortina naciente, por decirlo as� de la era h�roe de la mitolog�a tehuelche.
Nacido prematuramente por ces�rea, el ni�o Elal es salvado y criado por su abuela al amparo de los huecos de la tierra. Ella es la que convoca a la gente-animal de la isla para llevar a cabo la reuni�n de la laguna, en la que ellos planean la evacuaci�n del ni�o h�roe. Hubo dos razones principales para transferir al ni�o desde la isla hasta el continente: escapar de la muerte en manos de su padre y responder al requerimiento de la gente animal circundante, de completar la misi�n de creaci�n.
El ni�o es encomendado al cisne, quien lo lleva a trav�s del oc�ano y lo deposita en el CHALTEN ( Fitz Roy), cerca del lago Viedma. All� es alimentado y cobijado por los p�jaros quienes lo siguieron desde la isla hasta Patagonia; pero lo mismo hicieron los esp�ritus malignos, incluyendo a su progenitor y a los monstruos gigantes, quienes se alzaron como adversarios de Elal y a quienes el h�roe deb�a vencer. Los atributos que marcan a Elal como el h�roe prototipo y que lo distinguen del resto de los hombres est�n claramente puestos de manifiesto en la mitolog�a tehuelche. Ellos incluyen, por supuesto, sus poderes extraordinarios , su nacimiento anti- natural, y su herencia divina. Bajo el cuidado de su abuela, el vive un proceso de precocidad f�sica y crecimiento mental, inventa el arco y la flecha y demuestra una extraordinaria punter�a. As� como K�och cre� la isla para que fuera el hogar de su gente- animal, Elal hace arreglo para que la Patagonia sea el hogar de los Tehuelches. A�n cuando el figura en una leyenda como el alfarero creador del hombre, una tradici�n, aparentemente m�s original, lo muestra en compa�a de seres preexistentes, generalmente zoom�rficos, los que adquieren atributos humanos a trav�s de su asociaci�n con el h�roe. De acuerdo con una tradici�n, el crea el fuego en el primer tiempo para sobrevivir las inclemencias de su primer h�bitat en la Patagonia.
Elal es el creador del fuego y les ense�a a los hombres su significado culinario. Para redondear la imagen de Elal como figura cl�sica del ciclo h�roe, �l se retira de esta tierra relativamente joven, prometiendo a los hombres de conducta moral una bienaventurada vida despu�s de la muerte en su mundo del cielo.
Los primeros actos del h�roe de desarrollan alrededor de la cueva, el toldo de su abuela, situado cerca del r�o Senguer. La vieja mujer le revela la causa de la muerte, diciendo que ella le hab�a salvado a �l de una muerte similar. Ella admira la valent�a del ni�o en el uso del arco y la flecha, que �l invent� y la subyugaci�n del c�ndor a su antojo. Elal determina vengar el brutal asesinato de su madre venciendo a su padre y conduci�ndolo a su muerte. Y aqu� de nuevo, el h�roe no es vencido por su sed de venganza. En vez de dar ocasi�n a convertirse en un parricida, �l emplea su talento para inducir a su padre a suicidarse.
Libre y listo para vencer las fuerzas malignas de este mundo, Elal se equipa para matar a un rival poderoso y devorar una ballena. Pero luego �l se embarca en un viaje celestial para conquistar la gente de la luna y pedir la hija de la luna y el sol como esposa. Este episodio central del ciclo h�roe muestra Elal sobrellevando su jornada peligrosa a espalda de un cisne fiel, creando monta�as e islas durante su viaje. Elal pregunta por la hija de �ste y la luna y es sometido a una serie de pruebas de pretendiente, que imponen rendir la gente devastadora de la luna: el guanaco macho, el avestruz y la monta�a de rocas lanzadas. Adem�s el h�roe deb�a comprobar que su astucia era semejante a la astucia del sol y la luna, cuando ellos tratan de enga�arlo para que contraiga enlace con una esposa sustituta. Victorioso, Elal se lleva a la hija del sol y de la luna a vivir a la Patagonia, cerca del mar, ellos tienen un hijo quien no tiene un nombre personal. Pero contra la voluntad de Elal, su esposa le confiere un nombre, siendo que el ni�o se arroje en el agua.
Despectivo de sus suegros traidores Elal tambi�n lanza a su esposa al agua y la transforma en una sirena. Alejada del amor de su madre ella reacciona provocando el aumento y disminuci�n de las fases de la luna causando el movimiento peri�dico del mar. El sol hab�a venido en busca de su hija, pero ambos, �l y la mujer- luna debieron tomar sus posiciones permanentes en el cielo.
Habiendo completado su misi�n, Elal se transforma en un p�jaro y vuela sobre el lomo del cisne hasta donde el cielo encuentra el horizonte. Disparando flechas durante el viaje y soplando, �l cre� numerosas islas donde descansa durante la larga jornada.
Desde el horizonte oriental Elal asciende al cielo a esperar el arribo de las almas tehuelches. En su ausencia ENDEUNK (Uendeuk), el benevolente esp�ritu tutelar del tehuelche y el oponente del esp�ritu maligno, miran y cuidan a los ind�genas de la tierra.
El tambi�n sirve de cortejo f�nebre cuando sus almas van a encontrarse con el h�roe y debe rendir cuenta de sus conductas como humano en la tierra.
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